diumenge, 12 d’abril del 2009

De pobles i alcaldes

El éxito del modelo Berlusconi

Hay que verlo para creerlo. Rodeado de escombros y desolación, con ese rostro apergaminado por las cirugías y esa sonrisa de medio lado de los tipos a los que se les da una higa los demás, Silvio Berlusconi se dirige a todos para expresar el momento patético de la catástrofe de L'Aquila y le salen frases como “garantizar a las víctimas hipotecas de bajo tipo de interés” o deben “tomarlo como un fin de semana en un camping”. Berlusconi es uno de esos personajes que no están hechos para que la literatura los trabaje, no pueden describirse, son carne de imágenes en movimiento. Es un espectáculo audiovisual, apenas si tiene algo que ver con la letra escrita. No se le capta en su auténtica naturaleza a menos que se le vea actuar, porque lo suyo es el circo. No hace de payaso, aunque tome cosas de él; ni de trapecista, si bien le entusiasma anunciar los triples saltos mortales; ni tampoco de domador, por más que lo suyo tenga mucho de alimentar fieras. Silvio es, por encima de todo, el presentador, ese individuo de frac que habla y gesticula mientras va dando entrada a los números; el que dirige la fiesta ante el público pazguato y expectante. No creo que haya ningún secreto tras el personaje Silvio Berlusconi, porque todo lo que tiene, ya sea de patrimonio ya sea de personalidad, se puede explicar sin demasiado esfuerzo. Incluso sus actitudes, típicas de un delincuente; su desprecio por la ley y esa conciencia hoy tan celebrada incluso por la magistratura de que el delito de iniciados no paga y que los tribunales al fin y al cabo son lo más parecido a lo que en sanidad se llaman centros de primeros auxilios; se atiende a los casos urgentes con medidas de contención y paliativos, y se revierte luego el paciente a los grandes hospitales para engrosar la lista de espera. Donde sí está la intriga, la polémica, lo inquietante, es en saber quiénes y por qué le votan. En primer lugar hay que contar con el odio hacia una casta política más despreciada aún que los grandes delincuentes. Puestos a elegir para que lleve sus asuntos, mucha gente prefierea un delincuente con años de rodada a un pulpo glotón, discreto y falaz, que va arramblando con el presupuesto en nombre de un partido, de derechas o de izquierdas, eso es lo de menos, porque la diferencia en esto es casi imperceptible fuera del lenguaje, del estilo. El de Silvio Berlusconi es estentóreamente derechista, pero no en una medida tan relevante como los gestos. La palabra no tiene el más mínimo valor si la separamos del gesto. A Berlusconi hay que verlo hablar. La gran fortuna berlusconiana procede del socialismo italiano; sin Bettino Craxi no se podrían entender ciertas maneras de abordar la política o la magistratura o la política exterior de Berlusconi. Crece y se expande a partir de la gran época de los socialistas en el poder. Y yo me pregunto si en una medida similar, nosotros no hemos saltado a la gran burbuja del ladrillo y el fraude y los negocios especulativos gracias a ese periodo económico que iniciaron gentes como Miguel Boyer y Carlos Solchaga, por citar dos ejemplares genuinos de profesionales de la política y la finanza que abrieron una época y un estilo.Eso ayudaría a entender a un tipo de 72años que se comporta como un empresariocircense con los ciudadanos y como un mafioso con sus colegas; que fabrica leyes de inmunidad para sí mismo; que ha comprado a jueces y abogados; que se ha constituido en el más rico del país; que es zafio, vulgar, lenguaraz y hortera hasta el patetismo. ¿Cómo ese hombre puede conseguir una popularidad superior al 55 por ciento de la población italiana, cuna de la insinuación política y de la teoría del Estado, y de la finezza y del compromiso, y de tantas otras cosas como hemos aprendido de la laberíntica clase política italiana desde hace siglos, incluso antes de que se llamara italiana? Pues posiblemente por eso, porque la sociedad ha cambiado y porque la escala de valores de una sociedad castigada por una clase política de rapiña y doblez convierte a la ciudadanía en personajes de Hobbes; te merece más confianza un jefe de estafadores que el sicario de un aspirante. No es sólo que puestos a robar, haya una mayoría que prefiera a unprofesional que a un novato. Ahí no está el peligro. Lo inquietante viene cuando robar no está mal visto si algo de ello revierte luego a los demás.

Lo llamativo de un jefe de Gobierno como Berlusconi no consiste en que la gente conozca y obvie su categoría de delincuente, sino que su categoría de delincuente con grados de veteranía constituya un atractivo político. Y quizá sea esto lo que nos negamos a ver y mucho menos a admitir. Un ladrón, un estafador, un tipo corrupto, públicamente conocido como tal, representa una opción recomendable para una sociedad donde se admira al gran delincuente y se ridiculiza al robaperas. Es sabido que la casta privilegiada de los diputados en Italia supone tal cantidad de prebendas, desde las económicas –viene a salir por unos 19.000 euros al mes– hasta las de la vida cotidiana, que es lógico que uno no tenga por qué hacer ejercicios de contrición y equilibrio para votar entre un chorizo pequeño o un chorizo grande. Nuestra sociedad, la española, que está mucho menos formada en el juego de la política –Franco solía decir “haga usted como yo y no semeta en política”– tiende a la abstención, porque la política profesional aún no está irremisiblemente desprestigiada, aunque camina hacia allá a marchas forzadas. El alcalde de Alcaucín, un pueblo malagueño de dos mil y pico habitantes, fue detenido y encarcelado por recalificar suelo rústico para que un puñado de empresarios y arquitectos construyeran buenas casas que luego vendían a extranjeros. Un albañil, con dos hijas, también detenidas, pero “todos muy buena gente”, al decir del pueblo, tanto que hasta era “cantaor” y tenía su prestigio en el cante como “Pepe Calayo”, nombre artístico de José Manuel Martín Alba, socialista y alcalde veterano; cinco elecciones seguidas con mayoría absoluta ¿Alguien duda que el tal Martín, albañil, cantaor y recalificador de suelo rústico para su beneficio y el de los suyos, volvería a ser elegido y con mayoría absoluta? ¿Y qué decir de la alcaldesa aragonesa de La Muela, que conforme se forraba aumentaba su número de votos hasta alcanzar la mayoría más absoluta posible? Alcaldesa de por vida de no ser porque una denuncia la ha llevado a la cárcel. María Victoria Pinilla, del Partido Aragonés, toda una estrella que consiguió llevar al pueblo a Julio Iglesias, a precio de vellón, como es debido, pero mientras ella se enriquecía había para repartir y al pueblo le tocaron tres museos y una plaza de toros de alta tecnología. Eternamente agradecidos, la volverían a votar. Miles de ciudadanos, cada vez que pasábamos a la vera de Castro Urdiales, en la entrada de Cantabria desde Euskadi, nos quedábamos pasmados ante aquel derroche de ladrillo que convirtió un pueblo encantador en un agobiante hormiguero. Al fin acaban de detener al alcalde y a su predecesor. Una revisión de los patrimonios de todos los alcaldes españoles, y sus familiares, que en los últimos diez años convirtieron suelo rústico en urbanizable, llenaría las cárceles. Sería una crisis de Estado, porque la mayoría de los ciudadanos están felices, convencidos de que algo les ha tocado en la rebatiña del fraude, de la estafa y del globo inmobiliario. Si no partimos de esto, jamás entenderemos cómo ha sido posible el estruendoso silencio que ha rodeado el informe Auken sobre la economía española en la última década solicitado por el Parlamento Europeo y que presentó recientemente la danesa Margrete Auken. Fue aprobado en Estrasburgo por 349 eurodiputados, con el voto negativo del PP y la abstención del PSOE. En él está escrito que nuestro crecimiento económico era “insostenible”, que alimentamos una “corrupción endémica” compartida por todas las administraciones, “la central, las autonómicas y las locales”, amparadas en una judicatura incompetente y venal. Eso explica el éxito del modelo Berlusconi. Es exportable y fácil de adaptar.

SABATINAS INTEMPESTIVAS

Gregorio Morán - LV - 11/04/2009

1 comentari:

Anònim ha dit...

Todos lo sabemos, algunos lo denunciamos, pero no hay juzgado, juez, ni fiscal que les meta mano.
Triste, muy triste, este final antes del comienzo de una democracia. Hemos cambiado una dictadura por otra... o quizas, no... a lo mejor nunca hemos cambiado y siguen los mismos con otras siglas.
Dan ganas de parar el mundo y bajarse, o por lo menos de dejar este puñetero pais donde solo los chorizos y los mangantes tienen posibilidades de medrar.