Paradisos perduts

Ens plau molt llegir aportacions com la que fa el mestre Espadaler sobre la destrucció de la franja litoral, i del país en general, en nom d’una pretesa modernitat urbanística per part d’inútils i ofensius polítics tarambanes que només aspiren a lucrar-se mitjançant l’especulació salvatge i el menyspreu a la ciutadania, al patrimoni i al futur.  

Saturada ya la costa, el ladrillo avanza imparable hacia el inmediato interior, y con la misma estética

Me da a conocer Juan Pedro Bator un libro de su invención que constituye uno de los ejercicios más necesarios, pero al mismo tiempo más dolorosos que alguien pueda hacer hoy en España por poco sensible que sea a la contemplación del paisaje. El ejercicio es de geografía, aunque quizá sería mejor de memoria geográfica. El libro se titula Paraísos perdidos (Saga Editorial), y propone un recorrido por las costas españolas, de las Canarias a Portbou, de Cádiz a Hendaya y de Eivissa a Finisterre.

El trabajo, tan hermoso como duro, consiste en ilustrar con una fotografía de hace unos cincuenta años un pedazo de costa representativo de una zona, y que sea a la vez emblema de las razones por las que aquel lugar atrajo el interés de los primeros veraneantes y de unos admirados turistas. Y luego, con toda la intención del mundo, Bator coloca a su lado una fotografía actual, en color, tomada desde el mismo ángulo. Uno va pasando páginas y no gana para sustos. Quien mira y lee los textos con los que Bator narra el contraste llega fácilmente a la triste conclusión de que el mundo, sin discusión posible, tenía muchísimo más nivel en blanco y negro.

Este libro, magnífico y ejemplar, didáctico y nada retórico, lleva como subtítulo Crónica gráfica de la transformación de la costa española,aunque uno en seguida se pregunta si su autor, movido sin duda por su amabilidad a prueba de bomba, se ha propuesto no asustar. La costa, en efecto, se ha transformado, pero a la vista de los documentos gráficos que ofrece - excelentemente escogidos, por cierto-,uno diría que el verbo se queda corto.

Lo más sorprendente de todo es que la destrucción de la costa española haya sucedido en estos últimos años con ayuntamientos democráticos, comprometidos todos verbalmente con el respeto al medio ambiente, regidos por una legislación suficiente, inequívoca y fácil de interpretar, sometidos a control por las sucesivas instancias superiores, y, por si no bastara, con un ecologismo militante dispuesto a no dejar pasar ni una. A la vista está, sin embargo, que pasaron casi todas, y por la puerta grande.

Tal como marchan estos asuntos, me temo que la cosa no haya terminado ahí, y que dentro de pocos años al bueno de Juan Pedro Bator le tocará ilustrar un ineludible complemento. Saturada ya la costa, el ladrillo avanza imparable hacia el inmediato interior, con la misma estética e idéntico método operativo. Si ahora se observa poco movimiento privado, porque la crisis ha impuesto un estado de letargo, eso no significa que haya aportado sentido común, ni siquiera buen gusto ni mucho menos un cambio en los objetivos. Y si alguien lo duda, observe la obra pública en lugares afectados. Y si no sabe dónde efectuar la observación vaya de La Bisbal a Figueres… si es que la perplejidad le permite finalizar el recorrido.

Paraísos perdidos
Anton M. Espadaler  - L.V. 11/11/2009